Opinión

Es necesario construir nuevos puentes

Por Walter Calabrese *

En estos tiempos difíciles que atraviesa nuestro país es preciso parar la pelota para pensar un poco por qué caminos vamos yendo. Estamos atascados en una retórica de la acusación constante, de señalar y calificar al oponente para destruirlo. Esa lógica confrontativa solo trae más incertidumbre y hartazgo en la población, que observa batallas discursivas interminables. El diálogo es un puente, un espacio de convivencia que prestigia los buenos hábitos democráticos. Conversar con el adversario no es una traición, al contrario, es un acto de madurez política.

La actitud destituyente de algunos políticos, empresarios y periodistas asombra, al tiempo que remueve viejos fantasmas que parecían olvidados. Resulta inverosímil que estas personas disfruten pensando que con el fracaso de un gobierno se podrían beneficiar por la expectativa de querer llegar al poder. El fracaso involucra a miles de argentinos que sufren y que podrían padecer muchísimo más si la situación socioeconómica empeorara.

Quien destruye, luego no podrá mostrarse como un constructor o salvador. Porque esos actores destituyentes empujaron con fuerza para que se salieran del camino.

Uno de los pilares de la democracia es el disentir con respeto, entender este concepto es vital para poder construir acuerdos que estén por encima de las posturas encontradas y diferencias que aparecen en cada enfoque ideológico.

Las contradicciones de la política nacional no son nuevas, la grieta tiene su origen en aquella idea de civilización y barbarie que acuñó Sarmiento, que luego se fue resignificando a lo largo de nuestra historia. Esa cuña inserta en las entrañas de nuestra sociedad es una astilla informe pero real, que divide, que prejuzga, que añade más leña al fuego para atizar las diferencias de clase y desnaturalizar toda posibilidad de diálogo político.

En pleno siglo XXI resulta anacrónico pensar que los privilegios heredados por una clase social o dirigente pueden sostenerse para justificar discursos de odio. La mirada eurocéntrica que instaló Sarmiento en nuestro imaginario sociopolítico ha sido una insana espina, además de una reseca lección moral, porque excluye y juzga lo que no pertenece a la supuesta elite que debería conducir los destinos de la Nación. Esa semilla de rechazo se fue esparciendo desde la publicación del Facundo, prosiguió con la Generación del 80, con los conservadores y el fraude electoral, con Lugones y Uriburu en el 30, con los golpes militares, hasta llegar al relato excluyente de hoy que amplifican algunos medios de comunicación junto a políticos de mirada corta y ambiciones desmedidas, que permanecen agazapados para desestabilizar al gobierno.  

No es tiempo para mezquindades ni lucha de egos. Es momento para la autocrítica y el debate. Hay que construir nuevos puentes que habiliten otros caminos de convivencia, y eso sólo es posible mediante un diálogo libre de ataduras ideológicas.

Para transitar nuevos senderos hay que caminar de otra manera, con nuevas miradas, fundamentalmente, poniendo a la Patria por encima de cualquier piedra.

*Magíster en Comunicación e Imagen Institucional

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *