Campañas electorales

No permitas que te digan que vivimos entre sombras

Por Walter Calabrese *

En un año electoral resuenan los mensajes negativos y acusadores, se realizan operaciones de prensa, todo se cotiza en función de encuestas e imágenes positivas o negativas. Hay debates, muchas palabras, pero también hartazgo, desinterés, desconfianza ante tanto ruido proselitista. Qué necesita escuchar el ciudadano de a pie en este momento tan particular del país, urgido de soluciones profundas.

Cuando se presencia la interna feroz de Juntos por el Cambio se percibe un clima de crispación que no muestra que puedan estar a la altura de volver a conducir el país. Siguen levantando banderas que antes fueron derrotadas por la realidad de su anterior gestión. Hablan de gestión, pero solo comprenden de ajustes y negociados, de ponerse bajo la falda del Poder Judicial para entorpecer el calendario electoral y perseguir dirigentes políticos que les molestan. Nunca entendieron que una sociedad se edifica desde el cimiento de la solidaridad y el respeto a los trabajadores. El liberalismo se basa en consignas que promueven el individualismo, como esa que señala que el hombre que se hace a sí mismo con su propia energía.  

El egoísmo es una vieja puerta cerrada con cuatro llaves, en cambio, la solidaridad es una acción multiplicadora, por eso nos sentimos plenos cuando afianzamos los buenos vínculos en comunión con otros ciudadanos, en común unión con el prójimo. Por el contario, el individualismo es un gran cráter, un espacio donde sólo cabe tu sombra, un pozo en donde no hay más espacio que para los caprichos de tu ego y sus ansias de aplausos a cualquier costo.

Ninguna sociedad pudo crecer sin el aporte anónimo y solidario de sus ciudadanos para construir una Patria inclusiva y respetuosa. Una Nación se levanta con héroes colectivos, porque la sinergia que produce la solidaridad suplanta muchas carencias. En el otro extremo, los personalismos solo buscan súbditos y aplaudidores, funcionan para sí mismos, para construir un poder unívoco, verticalista, sin escucha, esquivo del debate y el diálogo. La sociedad hoy está con bronca, y en su enojo quiere regalarle el voto a un personaje mediático que sólo despliega odio y rechazo a la clase política. Es bueno recordar que en momentos de enojo se toman malas decisiones.

Tampoco es saludable regalarle el voto a quienes buscan recortar derechos laborales, jubilaciones, precarizando la situación de muchos trabajadores. Esas recetas de la derecha nunca funcionaron, sólo responden a intereses mezquinos, a negociados político-empresariales que pretenden borrar la protección que los sindicatos les brindan a los trabajadores. Allí, tampoco hay solidaridad, sólo se busca que el mercado actúe libremente, sin que nadie los controle. Por eso pretenden achicar el Estado para que sea un simple espectador y, así, ante una ciudadanía indefensa, poder avanzar sobre los legítimos derechos de los trabajadores. Por ese camino, triunfa el individualismo exacerbado por el mercado que solo busca ansiosos competidores. En ese escenario, solo se compite entre pares con voracidad, nada se comparte, allí no hay lugar para la solidaridad estatal ni colectiva.

Se viene el tiempo de las urnas

¿Sirve la confrontación permanente?

Algunos candidatos deberían tomar nota del carácter nocivamente contradictorio que ha tomado la política con sus declaraciones, creyendo que en su esencia anida el deseo de permanente confrontación. Error, la política crece con el debate respetuoso y con el diálogo, aún con quienes piensan distinto. La maquinaria mediática se ha encargado de montar un gran show con escenas guionadas para que el escándalo atraiga la atención de las audiencias desperdigadas por las redes sociales. No han comprendido aún que tanto ruido ha contribuido al malestar social ante cierto modo de hacer política, eso que hoy en las encuestas aparece como hartazgo.

Ante ese panorama cabe una pregunta: ¿esa confrontación debe ser permanente, feroz e impulsiva, como sucede diariamente en Twitter, por ejemplo? No resulta insalubre escuchar palabras expectoradas desde el odio, desde la minúscula estatura que tiene la palabra descalificadora. No deberían a esta altura, donde el mal humor social astilla las vidrieras de la política, repensar y volver sobre sus propios pasos para observar cómo caminan, qué dicen en los medios, qué caminos eligen para transitar este año electoral y a qué instrumentos recurren para ganar visibilidad ante las distintas audiencias. No todo garpa en votos, el ridículo y la incoherencia restan, la mentira abruma.

¿Cuál es el límite entre la chicana y el chisme político, entre la frase disruptiva y el agravio a la persona? Es una cornisa muy angosta por la que transitan algunos políticos de la derecha lanzando dardos venenosos todo el tiempo. Eso no garpa siempre, también suma cuotas de densidad al hartazgo.

La sociedad está ansiosa de escuchar argumentaciones bien presentadas, con oradores preparados para debatir con altura, aptos para disentir con respeto, que es la esencia de la democracia. Solo con un debate pacífico es posible construir un país fuerte. Los discursos de odio son contrarios a los valores democráticos, puesto que reflejan una profunda mediocridad intelectual. El odio es irracional, no sabe de respeto y el valor de la vida.

Los reiterados discursos de odio que se enroscan una y otra vez sobre pasos infructuosos del pasado solo traen más cansancio. Esas escenas calcadas de ficciones mal elaboradas solo conducen a callejones sin salida. Ante tanta penumbra y sombras, el llamado ciudadano de a pie anhela ver una Pax política que permita un nuevo comienzo, en donde se construyan nuevos escenarios de convivencia y diálogo inteligente.

Necesitamos construir una nueva paz social en la argentina. El disenso respetuoso forma parte del desarrollo democrático, se puede pensar distinto y a la vez dialogar con altura. Es preciso, entonces, que se hable con responsabilidad cívica, pues sólo así podremos crecer y alcanzar acuerdos de convivencia pacífica. La política puede ser un instrumento de cambio, no puede permanecer como una tribuna para el escarnio.

Argentina necesita salir imperiosamente del laberinto interminable de la confrontación sistemática. Esas contiendas dan cuenta de la gran crisis de representación de los partidos políticos para conectar con la población. Es hora de escribir nuevos libretos.

Hay muchos compatriotas que trabajan cada día desde el anonimato, cumpliendo bien sus tareas, mostrando, tal vez, que algunos puentes se construyen en silencio para que se puedan transitar con respeto y sin rencores. Estos valientes ciudadanos anónimos anhelan otro escenario político, uno que proponga ideas y diálogos para elaborar nuevos consensos. Ese idioma debe ser un nuevo lenguaje, de modo que la comunicación se formalice naturalmente, sin aspavientos ni escarnios, con palabras que representen a un partido y no a un personaje armado para una campaña, con gestos elocuentes y sin pragmatismos inconexos con la realidad.

Es hora de comprender que necesitamos construir una nueva paz social en la Argentina.

Es hora de pensar que la Democracia es disentir con respeto y que sólo con un debate pacífico y ordenado es posible construir un país fuerte. Es hora de cuidar la democracia que tanto nos costó edificar.

La solidaridad como energía para construir equidad social

Volver a las fuentes

Por otra parte, sería gratificante que el justicialismo peronizara su discurso volviendo a levantar las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, elementos básicos para que una democracia sea estable. Luego de ver que tantas penurias en la economía acrecienta la desigualdad social, es razonable reconocer, al fin, que una democracia sin justicia social es como un auto sin ruedas, no puede avanzar.

Sólo revalorizando las consignas y creencias con que nacieron cada partido es posible dar señales claras a la ciudadanía y, con ello, desandar el camino de una grieta ya intolerable. Es tiempo de jugar con cartas auténticas, porque las alianzas e injertos partidarios (como el PRO y el radicalismo) se han construido únicamente para intentar vencer al adversario. Ello implica forzar discursos y relatos, construir posicionamientos reaccionarios para que la tribuna aplauda. Esto no suma argumentos democráticos, son solo deslices verbales sin materia sólida.

Las PASO hoy son vitales para dirimir diferencias dentro de cada partido, es necesario poner en valor esta instancia para que todas las voces puedan estar presentes en los comicios de agosto. Hay que vencer la pereza intelectual y reabrir el debate, porque la lapicera en algún momento dejará de funcionar y quedarán solo papeles en blanco.

El peronismo quedó atrapado por la irracional vorágine de la llamada grieta, que nace en 2008 con el conflicto con el campo. Ese camino intransitable es un espacio de condensación de pasiones inacabadas, que polarizan discursos que sólo buscan artilugios efectistas con palabras punzantes para lastimar al adversario, pero que no suman ideas, pero aún, ponen en serio peligro la paz social. Esa dinámica desunió al peronismo y surgieron ramificaciones de ríos que no llegaron a ninguna parte. En 2019, comprendieron nuevamente que solo unidos era posible volver a triunfar. No obstante, en estos cuatro años, volvimos a reflotar los personalismos por sobre la patria y el partido, contrariamente a lo que decía Perón, primero la Patria, después el movimiento, y luego los hombres. Lejos estamos de alcanzar la síntesis que nos devuelva a las fuentes, porque los egos siguen descontrolados.

La doctrina peronista se construyó sobre bases humanistas y cristianas, en donde la solidaridad es el eje que permite que se movilicen las ruedas de la producción, la industria y se valorice el trabajo en una sana alianza con el capital privado. Tal vez hoy no se habla mucho de la doctrina que nos legó Perón, pero allí podemos encontrar muchas respuestas para repensar el momento que vivimos actualmente. Volver a las fuentes para reencontrarnos con aquellas ideas que le dieron vitalidad a la Nación, Justicia social, independencia económica y soberanía política, las tres banderas que permitieron industrializar al país a mediados del siglo XX y que dignificaron la labor de cada trabajador. Es simple, es querer lo mejor para el país, eso implica no permitir que seis corporaciones, junto a algunos políticos arrodillados ante el poder económico y el Poder Judicial manejen las riendas del país.

Dar una mano a quien lo necesita, vital para consolidar la democracia

Ser peronista es ser solidario, es pensar en el que está caído, en el que necesita una mano para levantarse, porque la doctrina peronista nació sobre preceptos cristianos. Si leen las veinte verdades peronistas, verán que allí se habla de construir una Nación humanista y cristiana. Concretamente Perón decía que “el justicialismo es una nueva filosofía de vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.

Ahora bien, hoy en muchas iglesias se desconoce aquel legado de la solidaridad peronista, y se levantan voces atacando al justicialismo. Deberían separar las aguas para reconocer que el peronismo siempre buscó cuidar del prójimo, algo que está bien expuesto en los Evangelios por Jesús. Loris Zanatta, en el libro Perón y el mito de la Nación católica afirma que “Perón programó una política social teórica y prácticamente inspirada en las encíclicas sociales de los Pontífices”. (Zanatta, 1999, p. 123) El autor italiano reconoce “la eventual influencia sobre Perón de uno de los más conocidos apóstoles del catolicismo social argentino, monseñor De Andrea, del que Perón habría conocido muy bien no sólo sus exitosas obras en el campo social, sino también su pensamiento social”. (Zanatta, 1999, p.125) En ese sentido, Perón tomó sus inquietudes sociales como insumo para mejorar el nivel espiritual de las masas obreras, la cristianización de los trabajadores y buscar la colaboración entre capital y trabajo junto a la organización sindical. Más tarde, monseñor Franceschi, compartió “una aguda conciencia del papel central que el Estado habría asumido” (Zanatta, 1999, p. 125) en la Argentina en su primer gobierno y de la urgencia tras el conflicto bélico mundial de desarrollar la industria nacional como factor indispensable para la independencia económica. Desde 1945 Perón también había tenido contacto con los padres Benítez y Filippo, buenos conocedores de la doctrina social católica, indicios de que esos contactos influyeron en su acción política y social.

Perón afirmaba que «Nosotros (los peronistas) no solamente hemos admirado y admiramos la liturgia y los ritos católicos sino que admiramos y tratamos de cumplir esta doctrina ( … ) Por eso, compañeros, el peronismo, que quizás a veces no respete las formas pero que trata de cumplir el fondo, es una manera efectiva, real y honrada de hacer el cristianismo. ( … ) Queremos ser cristianos en nuestras obras y no por la ropa que nos ponemos ni por los actos formales que realizamos, y también por ello, compañeros, nos hemos puesto a la obra de difundir nuestra doctrina»  (Caimari, 2002, p.463)

Sería muy importante que los católicos y cristianos de hoy pudieran encontrar algunas respuestas en esas ideas de Juan Domingo Perón, dejando de lado los desencuentros posteriores que hubo con la Iglesia en el año 1955 cuando ocurrió el bombardeo en Plaza de Mayo. Porque lo valioso aparece en los inicios del movimiento justicialista, cuando Perón expresa el pensamiento social cristiano y lo concreta en una plataforma doctrinaria basada en una experiencia de ampliación de la justicia social sostenida en el movimiento de los trabajadores.

Perón y Evita con el pueblo

En una carta de Eva Perón que le escribe al presidente justicialista también manifiesta su vocación cristiana: “Nuestra doctrina tiene que ser cristiana y humanista pero de un modo nuevo; de una manera que todavía no creo haya conocido el mundo. El cristianismo de nuestro movimiento, tal como sueñas realizarlo, no es el que yo vi en los países de la Europa que visité. Yo te ayudaré con mis obras. Desde ya reclamo tu ayuda…”. (Perón Eva, 1951, p. 226) Eva creía fervientemente que la doctrina y las obras de Perón eran profundamente cristianas, por eso afirma que  “en cada una de ellas (de las obras realizadas) yo he querido hacer ver, a los que vengan detrás nuestro, que era verdad luminosa el cristianismo humanista de la doctrina de Perón” (Perón Eva, 1951, p. 227)

El peronismo puede repatriar a aquellos cristianos que se hacen muchas preguntas ante la incertidumbre social actual. En la bandera de la justicia social podrán encontrar los valores cristianos de la solidaridad, del tender una mano al caído, de sostener al que está con necesidades. El justicialismo siempre estuvo cerca de los pobres y del pueblo, de manera similar a como se acercaba Jesús para cuidar de cada persona.

El voto si sale con bronca cae en destinatarios poco fiables, es vital que emitamos el voto pensando en el prójimo, observando quienes pueden colaborar para construir una Patria con justicia social. Los amigos del mercado elaboran sus propuestas desde el individualismo exacerbado, reduciendo al Estado a un mero espectador para poder así concretar sus políticas de ajuste. Son viejas recetas que nunca pudieron curar la maltrecha economía.

A pesar de los errores y deslices, resulta necesario volver a las fuentes, a creer en la doctrina justicialista que con sus 20 verdades supo poner al país de pie.

No corras a donde todos corren, busca tu camino con quienes tienen empatía y respeto por cada ciudadano, y cuida a tu prójimo, porque te necesita, nadie se salva solo.

Bibliografía

Caimari, Lila M. El peronismo y la Iglesia Católica en Nueva historia argentina tomo VIII Buenos Aires 2002 Editorial Sudamericana,  p. 463.

Perón, Eva. La razón de mi vida. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1951, p. 226.

Zanatta, Loris. Perón y el mito de la nación católica, Buenos Aires 1999 Editorial Sudamericana

*Analista Político / Magíster en Comunicación política e Imagen institucional

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *